sábado, mayo 13, 2006

encuentros I


Cuando veo a un niño me es difícil no sonreír. Pero también lo es no temer por su alegría.

Los veo tan desenfadados, tan convencios de que todo se puede, que no puedo no sentir algo de eso dentro mío. Es como un fuego que vuelve a arder.

Están seguros de la existencia un mundo que nosotros dejamos hace tiempo, van una y otra vez sobre hacia allí, con sus preguntas, su inocencia, su vitalidad.

Hay cosas de la madurez que todavía no entiendo, será porque soñar y proyectar nuestro mundo es parte inequívoca de nuestro corazón de niño.

Si las comisuras de mis labios comienzan a elevare, es probable entonces que haya algún "chiquito" por ahí que anda regalando sonrisas sin ponerle precio alguno, tan sólo por jugar a vivir.

0 comentarios: