sábado, abril 15, 2006

sin vuelta atrás


Y como si fueran los viejos tiempos, aparecieron fantasmas. Los que me acorralaban y yo no podía vencer. A los que les creía su versión de la realidad y la cambiaba por la mía.

Pero esta vez fue todo muy distinto. Hace meses que me siento distinto. Pero esta diferencia es reconfortante. Es una diferencia de fortaleza anímica y del alma que me genera más seguridad en mis actos y mis decisiones cotidianas. Y al sentirme más seguro enfrento mejor los desvíos inevitables que siempre, nos guste o no, tenemos que enfrentar en nuestra hoja de ruta.

Por eso ahora cuando me tocó dar la cara frente a antiguas percepciones (que carecen de toda lógica, pequeño dato que antes no lograba mantener vivo), no fue tanto como una revancha. Fue más bien algo que puedo llamar una ¿tregua?

No, no lo creo, sé que tengo que mantener mi atención en el camino que recorro, no pensar que llegué a ningún lado si todavía veo el horizonte que me espera como objetivo. No es una tregua. Es una comprensión de la situación.

Ellos (los fantasmas) allí y yo aquí, sabiendo que forman parte de mí palacio interno de sensaciones y reacciones.

Soy yo el único que los puede alimentar para que crezcan y vuelvan a ser determinantes como me sucedió antes, pero tambíen tengo en mis manos la otra posibilidad tan cierta que la puedo sentir mientras escribo: de mí depende que mueran. Yo los estoy matando día a día, sin siquiera proponérmelo. Tan sólo con el deseo vital de salir adelante cueste lo que cueste.

Esto bastó para sacarme estas cadenas, y sentir que es posible la vida que alguna vez creí imposible. Mientras todos libramos pequeñas batallas día a día, volvemos nuestro objetivo cada vez más cercano y más real.

Seguramente alguna que otra vez, pueda tener algún cruce con viejos rivales de esta lucha. Pero su mirada baja me habrá indicado una sola cosa: yo ya gané ese duelo, y lo puedo hacer cuantas veces me lo proponga, porque no hay nada de lo que no seamos capaces.

Y en eso estoy ahora, creyéndome cada día más capaz de llegar allí, y poner mi mochila sobre el piso, abrirla y darme cuenta que en realidad siempre estuvo vacía...

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