miércoles, setiembre 07, 2005

no muy lejos

Sentí impotencia, mucha impotencia.
El padre de un gran amigo tiene un estado de salud delicado y no muy claro para los médicos, pero no dudo de la lucha que estará librando él contra toda esta situación. Es una de esas personas talladas a la antigua, que viven en otra sintonía. En esa en la cual las cosas simples adquieren valor superlativo y reconfortantes. Pero cuando hay que poner el pecho contra las balas no hay lugar a dudas, se pone lo que haya que poner, cueste lo que cueste, y le guste a quien le guste.

Bueno, como decía, no está muy bien de salud, pero en otra esquina, a varias cuadras de esta persona, pero muy cerca nuestro, unos jóvenes se drogaban tranquilamente mientras caminan por la calle al tiempo que entonaban alguno de los cantos de estadio (o de baile) que lamentablemente se están quedando demasiado tiempo entre nosotros.

Que paradoja (para nada original, pero no por eso menos valedera), mientras algunos entablan una misión harto díficil, la de vivir, otros emprenden otra clase de lucha. La de desperdiciar el único bien que se nos da, que no es otro que la vida.

Recordé que de este tipo de injusticias está llena nuestra ruta, y que nos guste o no, no cabe otra que sufrirlas y dejarlas atrás. Entré a mi casa, sabiendo que nada podía hacer, y sabiendo que esta situación se repetía en más lugares de los que pudiera llegar a conocer y sentí pena, pero más que nada sentí impotencia, mucha impotencia.

0 comentarios: