martes, setiembre 20, 2005

maldita sea

Salté. Contra todos los pronósticos, lo hice. Sin fundamentos reales para pensar que iba a llegar al otro lado, igual lo hice. Vi lo que quise ver, lo que mi eterna y estúpida ansiedad por sentirme querido y aceptado quiso ver.

No es tu culpa. Para nada. Si apenas puedo esbozar una queja, es porqué no me paraste a tiempo... por qué me dejaste ir hasta el borde si vos ya sabías que no ibas a estar del otro lado esperándome. No sé si fue maldad o ignorancia, o ego, no lo sé.

Sé que como nunca me esforcé por llegar pero me olvidé de una regla de oro: abrirme a vos si veía que vos te abrías a mí. Me lo avisaron, me lo recordaron, pero yo hice oídos sordos. Las señales que no me diste no me importaron, sólo pensaba que en algún momento me retribuirías las mías. Qué iluso. Qué infantil. Todavía no lo puedo creer.

Y salté. Y caí.

No puedo levantarme, no entiendo cómo hice lo que hice, siento pena por mí mismo por haber hecho lo que hice, y no puedo levantar mi mirada más allá de mi propio fracaso. De mi propia resignación. Me siento muy dolorido, pero más que nada enojado conmigo. Porque no entiendo como si sabía que me estaba faltando el respeto a mí mismo seguía enceguecido con estar con vos simplemente porque así lo deseaba yo.

Y lo que es peor me quedaron dudas enterradas en el fondo cual si fueran estacas, que me cuesta mucho siquiera analizar. Lo que soy, lo valoro muy poco se ve, porque no necesitaría del exterior para sentirme vivo, para retroalimentarme. Qué fastidio todo esto.

No puedo terminar este post con demasiada esperanza, realmente no puedo, porque todavía me sangran las heridas de la caída, y me cuesta volver a subir para de nuevo saltar.

Porque no sería yo sino saltara nuevamente, el tema es hacerlo con fundamentos válidos en la realidad, y no en mis estúpidos sueños de tenerte a mi lado.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

" Te abracé sabiendo que iba a perder. Siempre encuentras algún listo, que sabe lo que hay que hacer, que aprendió todo en los libros, que nunca saltó sin red."
Lo canta Ana Belén, pero lo sentimos todos en algún momento. Y, si la mano viene de terminar positivamente, pensar que " la vida no es más que una sucesión de mañanas siguientes"